26/1/15

Elecciones y seducción: PP (I)

Se acerca un tiempo de seducción, pónganse guapos. Pónganse guapos porque ahora sí que comienza verdaderamente la campaña electoral. Bien, en realidad ahora comienza un año que es algo así como una orgía de campañas electorales y, por lo tanto, comenzamos una etapa de seducciones en cadena que bien pudieran acabar en anafrodisia por hartazgo -los dioses no lo quieran. La victoria de Syriza en Grecia y el anuncio de las elecciones anticipadas en Andalucía, son el verdadero inicio de la gran campaña que nos espera. ¡Vayan perfumándose, vayan poniéndose sus mejores adornos y empolvando narices, mofletes y culos! Una tras otra irán haciendo su aparición: elecciones andaluzas, autonómicas y municipales, catalanas y, finalmente la guinda, las españolas. De entrada, todos sabemos que no va a haber grandes novedades, a estas alturas ya conocemos cuáles son los planteamientos de salida y, en mayor o menor medida, las mochilas de los partidos ya están llenas de objetivos y de pesadas cargas -indeseables, vergonzosas, estigmatizantes o, incluso, injustas-, pero, sea como fuere, ya ha llegado la hora de la verdad. Y en este último tramo, el elemento que a mi entender va a ser más decisivo ya no es el ideológico, el sociológico o el económico -ya nos conocemos y todos sabemos dónde estamos-, sino el factor psicológico. Ahora toca manipular -en el mejor sentido de la palabra- la mente de millones de votantes para seducirlos, para que sientan la atracción -en parte racional, pero con una fuerte dosis de irracionalidad- de lo posible o de lo irresistible -imaginario, casi siempre. La seducción, ése es el reto y será el factor que pueda decidir buena parte de los votos, indecisos o no. Ahora bien, esa seducción podrá venir de la mano del miedo -ya me va bien con mi pareja de baile, a pesar de la cojera y de su extraña belleza- o de la esperanza -el o la más bella del baile ha de ser para mí, no merezco menos. Esa es la cuestión fundamental.

Hoy toca el Partido Popular. No diré que el PP sea la pareja más coja y más fea del baile, sería un juicio de valor imperdonable por mi parte, aunque a estas alturas parece claro que la derecha española ha asumido ese papel y jugará la batalla del miedo -mira, no seré la más guapa o el más atractivo, pero tú ya conoces mis carnes y mis habilidades. ¿Logros que presenta? Pocos, míseros y miserables: demasiado poco como para ilusionar a nadie, ni siquiera a los irreductibles; míseros por escasos, si es que son positivos; y, miserables porque todos tenemos la sensación de que nos han hundido más en la miseria. ¿Qué podrán hacer, pues? "Haremos lo que tengamos que hacer", repetía como un mantra el señor Rajoy en la campaña anterior y todo apunta a que en ésta será más de lo mismo: "hemos hecho lo que teníamos que hacer y seguiremos en la misma línea". ¿Por qué? Pues porque para ellos su política es el mal menor. ¿Ilusionante? Imposible. Es imposible que nadie se pueda sentir ilusionado con una política de sumisión a la realidad -la terrible Troica- y de resignación ante lo irremediable -soy feo o poco agraciada y nada ocurrente, pero soy lo único que tienes, ¡qué le vamos a hacer!. El PP ya ha decidido y ha hecho de la resignación la única frontera de lo posible -no hay más, o yo o al onanismo de cabeza. Eso sí, su propuesta de resignación viene revestida de "sentido común" -por supuesto, de su sentido común- de "inevitable, pero en la buena dirección". En definitiva, la resignación a la que nos conduce el PP se alimenta en el miedo a un mal apocalíptico -si quieres bailar, yo seré la única que te va a dar una oportunidad. A pesar de todo, la derecha española, y españolista, ahora tendrá que cambiar en algo la melodía de la seducción porque recuerdo que el miedo en la campaña anterior se alimentaba con frases como "no queremos ser como Grecia" y ahora esa comparación ya no vale, al menos de momento, si es que no quieren correr el riesgo de que millones de españoles digan "sí, por favor, como Grecia, que el griego nos pone".

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