Son casta, estoy convencido. Y es cierto que el partido político Podemos se ha apropiado del sustantivo, al fin y al cabo han sido ellos los que, de manera muy inteligente, han utilizado el término en contra del poder. Aunque, y esto es importante, con este término Podemos no solo se refiere al poder político, sino a todos aquellos que desde los diferentes ámbitos del estado, ya sea desde lo público -partidos políticos o poder judicial, por ejemplo- o desde lo privado -instituciones empresariales, bancos, medios de comunicación o lobbies empresariales-, han configurado un grupo intocable y privilegiado en el que confluyen muchos intereses. Sé que suena demasiado contundente, pero cada vez tengo menos dudas de que esta democracia ha sido y está siendo dirigida y manipulada por una casta política y social que ha hecho de este país -o estado, para no molestar a nadie- su particular hacienda. E insisto en que no me refiero solo a un partido político en concreto, ni siquiera a un grupo de partidos, me refiero a una clase social que se ha configurado e infiltrado en todos los rincones del poder político, jurídico, periodístico y empresarial, para manejar los hilos a su antojo y en su propio beneficio, un beneficio que, por supuesto, es fundamentalmente económico.
Según la RAE, el término casta se refiere al "grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc." Ese etcétera que incluye la RAE en la definición es importante, porque es el que me permite afirmar que esos grupos también pueden ser los formados a partir de unos intereses comunes y que ostentan una posición política relevante o se mueven en sus alrededores. Es esa casta la que tiene el poder de hacernos doblegar para asumir unos problemas y/o unas soluciones concretas que en muchos casos no son las nuestras. Problemas de todo tipo, tanto políticos, económicos, éticos, existenciales, de seguridad pública, educativos, sanitarios, etcétera, problemas que se nos ofrecen juntamente con sus respectivas soluciones. Dicho de otro modo, la casta es el grupo que tiene el poder de doblegar nuestros deseos despojándonos de todo poder democrático efectivo para reducirnos a simples espectadores y elementos productivos.
Como ya he dicho, ese grupo que denomino casta ha tenido como misión en España, y desde la transición, secuestrar la democracia haciéndonos creer que realmente participábamos del poder del estado, cuando en realidad nunca ha sido así. David Locoesta, en un artículo publicado en la web de Attac España titulado Qué és la casta, define el término como "una alianza", pero una alianza "con la capacidad estable y extendida en el tiempo de poder hacer que los demás se adapten a sus deseos", es decir, una alianza entre poderosos que posee como principal característica ostentar y mantener el poder, utilizando para ello la manipulación de la opinión e, incluso, de los deseos. Pero no seamos tan ingenuos de creer que ése es el fin último de la casta, porque el objetivo no puede ser otro que el de mantener y aumentar el poder económico a costa de lo que sea y de quien sea. Para muestra, una simple mirada a la actualidad: el aumento de la desigualdad, el enriquecimiento fraudulento de muchos personajes cercanos al poder, la utilización maliciosa o corrupta de los medios del estado,...
También en la actualidad tenemos algunas muestras de cómo actúan y han actuado. Una muy reciente es el asunto que ha fagocitado a todos y cada uno de los jueces que han participado en la instrucción del caso Gürtel. Un repaso rápido nos demuestra que todos y cada uno de los jueces que se han encargado de la instrucción han sido, más tarde o temprano, apartados de ella, ya sea a través de denuncias y condenas, de premios por compensación o de supresión de una comisión de servicios. Estos hechos no solo demuestran que hay un partido político, el PP, interesado en la manipulación de los jueces, sino que el propio poder judicial -el órgano, no los jueces- actúa en connivencia con ese poder político. Ya son demasiadas las ocasiones en que las decisiones de los órganos del poder judicial han sido sospechosas, cuando no clamorosas, en favor de unos políticos arrimados a la corrupción y a los tejemanejes oscuros desde el poder. Insisto, eso solo tiene un nombre: connivencia. Y está claro el objetivo: el mismo poder político que aúpa y mantiene una determinada composición del poder judicial, exige decisiones y se beneficia de ellas. Con perdón, pero es éste un comportamiento que recuerda mucho al de los personajes que Francis Ford Coppola modeló en su famosa trilogía.
Por otro lado, esa casta gestiona o utiliza muchos de los medios de comunicación de más tirada. Las cadenas de televisión públicas -especialmente TVE-, algunos diarios y emisoras capitalizadas desde los partidos políticos o los medios subvencionados a través de la publicidad institucional, son ejemplos muy conocidas. En otros casos, el poder se encarga de mantener a un grupo selecto de "palmeros" - personajes que tanto les da ocho que ochenta, siempre y cuando el defendido sea el líder o el partido que les da de comer-. Son muchos los estómagos agradecidos que están dispuestos a injuriar o mentir, si con ello consiguen defender a sus protectores. También es obscena la utilización de los canales de televisión autonómicos por parte del partido gobernante en cada comunidad, desde el clausurado Canal 9, hasta los descarados TV3, TVG o Telemadrid. A veces esa manipulación consiste en el simple silencio, en la no-noticia, porque, en nuestro mundo actual, lo que no llega a ser noticia no existe. Pero casi siempre es la noticia torticera e interesada la que gestiona nuestra mirada sobre la realidad. En concreto, estos días es clamoroso el maltrato informativo al que se está sometiendo a Podemos. Aclaro que no pertenezco a Podemos, aunque no es necesario ser militante, ni siquiera simpatizante, para percatarse de que determinados personajes que se mueven en los medios de comunicación están utilizando toda su artillería en contra de cualquier resquicio que pudiera demostrar que los dirigentes de Podemos son corruptos, comunistas disfrazados, filoetarras o populistas que no dudarán en llevar al país al abismo. ¿Qué argumentos o pruebas han esgrimido? Pocos, pobres y, en algunos casos, falsos. Pero es igual, ellos han seguido insistiendo fieles a la vieja táctica: repetir mil veces una mentira hasta convertirla en verdad. Aunque, al menos para mí, todo esto no es más que otra muestra más de la existencia de esa casta y de su interés por moldear la opinión pública. Porque al final, con su insistencia en las mentiras y en la manipulación obscena, solo consiguen convencernos de que existe una casta dispuesta a librar cualquier batalla y cualquier medio, legítimo o no, para mantener el poder político, mediático y, por supuesto, económico.
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