Lo confieso, algo ruborizado, pero lo confieso. Me gusta ver, de cuando en cuando, fútbol. Sí, me gusta ver buenos partidos de fútbol. Y además me gusta ver al Barça. Pero esperen un momento que esto no va a ser un panegírico blaugrana y, antes de llegar a conclusiones precipitadas, permitan que me explique. No sé si alguien habrá reparado ya en que he presentado mi gusto por el fútbol en forma de confesión. ¿Por qué cometo esta tontería? ¿Hay alguien en su sano juicio que se avergüence de que le guste el fútbol? Pues sí, yo mismo. Y sí, lo sé, parece contradictorio que me guste y que me avergüence a la vez, pero es una de esas contradicciones en las que vivo sumergido y que, sinceramente, cada día llevo peor. Porque, a la vez que me gusta, también me asquea, y profundamente.
Antes de continuar debo admitir que no soy un seguidor obsesionado y eso seguro que ya me descalifica ante muchos aficionados. "¡Qué sabrá éste de fútbol, si no siente los colores!", pensará más de uno. Sí, sí, ¡los colores! Es hablar de fútbol y enseguida salen las banderas, el sentimiento gregario y otras zarandajas en las que se envuelve. Peñas y piños. ¡Buf, qué miedo! Admito que no quiero tener nada que ver con uno de esos aficionados que son "como Dios manda", uno de esos que siente los colores, que está dispuesto a pagar una fortuna por una camiseta y, lo que es peor, a ponérsela con orgullo. No quiero tener nada que ver y que nadie me confunda con uno de ellos. Aunque debo admitir también que lo intenté y que incluso durante un tiempo me lo propuse seriamente. Pero es que es superior a mí. Ni pude ni puedo. Siempre acabo por encontrarme ridículo con una camiseta o un gorro o una bufanda o unos calzoncillos con el escudo de un equipo de fútbol. Además, soy incapaz de insultar a Cristiano Ronaldo o a ningún otro madridista -con esto ya me he descalificado definitivamente, lo sé-; como tampoco creo que jamás llegue a creer que mi vida es mejor porque el Barça haya ganado una, tres o cincuenta competiciones; ni tampoco creo que este club o sus jugadores me hayan representado para nada en ningún momento, ni a mí ni a mis necesidades. Lo siento, pero no me lo puedo creer por mucho que me lo proponga. Es cierto que estos días me he divertido viendo ganar al Barça, lo admito, pero también estoy hasta el gorro de todas las consecuencias y de las muchísimas estupideces que se dicen. Hay demasiadas cosas que no entiendo. No entiendo que alguien pueda pasarse toda una noche gritando consignas e insultando a los aficionados de otros equipos -aficionados que, humillados, esperarán pacientemente su oportunidad para hacer lo mismo, por supuesto-. No entiendo que una televisión pública pueda emitir durante cinco o seis horas un pasacalles y una ceremonia que habrá costado miles de euros, una ceremonia en la que se endiosa a un grupo de personas que no han hecho más que su trabajo -trabajo que, por cierto, no consiste más que en dar patadas a una pelota, nos guste o no-. Que no lo entiendo, vamos. Por un momento se me ha ocurrido imaginarme un programa televisivo de cinco o seis horas entrevistando a los médicos que están a puntito de encontrar una solución para el sida. O, ¿qué les parecería un programa de cinco o seis horas sobre los misterios de Big-Bang y la materia oscura? ¿Por qué no una conferencia televisiva de Emilio Lledó sobre filosofía griega? ¿Qué tal un monográfico de cinco horas sobre literatura o arte del siglo XXI? No, para nada, ¿verdad? Más de uno habrá caído en una hilaridad incontrolada solo de pensarlo. ¡Seré estúpido! Pero es que somos lo que somos, es decir, capaces de endiosar a unos chicos que no aportan nada de nada al progreso de la humanidad, a la vez que despreciamos abiertamente a todo cuanto nos pueda ofrecer una luz de esperanza o de conocimiento o de creatividad.
En algún lugar he oído que el periódico más vendido en España es el Marca, un periódico deportivo. Y estoy convencido de que en Catalunya también debe ser el más vendido algún periódico deportivo afín al Barça. ¿A nadie le escandaliza? Vamos con otra prueba: ¿cuántas horas dedican los canales de televisión, todos, incluidos los públicos, a temas futbolísticos? Propongo hacer una comparativa con las horas que dedican a la cultura o a la divulgación científica. ¿Cuántas obras de teatro se representan en televisión al año y cuántos partidos de fútbol? Por supuesto, no lloraré ante los resultados, pero porque ya estamos vacunados. ¡Que se nos ha hecho callo el entendimiento, vamos! Ya sé que alguien estará tentado de responderme, "y los programas del corazón, ¿qué?". ¡Pues vaya consuelo! Como si se pudiera justificar algo con ese argumento. Mejor voy con un último dato. Una persona en España con un sueldo medio necesitaría mil años para ganar lo que ganan en un solo año las figuras del fútbol. Mil años de trabajo para que un profesor, un policía, un médico, un bombero, un juez o un trabajador cualquiera pudiera ganar lo mismo que una gran estrella del fútbol. Yo no sé ustedes, pero yo no soy mil veces peor que ninguno de ellos ni ellos aportan mil veces más que yo al progreso de la humanidad. Así que, a partir de ahora, reclamo mi derecho a pasearme en autobús abierto por la ciudad para ser vitoreado por las multitudes exaltadas una vez al año...o, en todo caso, que se me multiplique el sueldo por mil y nos olvidamos del autobús descapotado y los vítores. Que es que yo soy mucho de ruborizarme cuando hago el idiota en público.
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