Una mirada rápida al último informe del CEO -Centre d'Estudis d'Opinió, el equivalente al CIS en Catalunya- deja muy claro que lo que más preocupa a los catalanes es, en primer lugar, el paro y la precariedad laboral, para seguir con la insatisfacción política, la corrupción, el funcionamiento de la economía y, sólo después, las relaciones con el estado español. Incluso a mí -que soy algo extraño en la prioridad de mis preocupaciones- me parece muy sensata la lista de los principales problemas de la mayoría de los catalanes. Vivimos un tiempo en el que la estabilidad social está siendo salvajemente vapuleada por la inestabilidad económica y eso nos preocupa a la mayoría porque, sencillamente, somos las víctimas. Dicho rápido y directo: los catalanes no somos marcianos. Digo esto porque, a la luz del discurso político actual en Catalunya, parece como si solo hubiera una prioridad, como si solo importara la discusión soberanista y como si todos los ciudadanos compartiéramos exclusiva y prioritariamente esa preocupación. Pues no, ni todos ni siquiera la mayoría. Aunque el discurso político y la política de salón en demasiadas ocasiones se aleja de la vida real de las personas.
Ese alejamiento de la vida real también se muestra en el lenguaje y en su utilización perversa por parte del poder político. Hoy, por ejemplo, he descubierto un tuit de CiU que decía "A l'estat espanyol els molesta la unitat a favor del procés perquè saben que junts som invencibles" -"Al estado español les molesta la unidad en favor del proceso porque saben que juntos somos invencibles". No es más que una arenga para mantener el ánimo de sus seguidores, cierto, pero es una clara manipulación del lenguaje. ¿Qué quiere decir "unidad", para CiU? ¿Unidad significa acordar con un solo partido, ERC, y una serie de asociaciones civiles como la ANC o Omnium Cultural una decisión que implica a toda Catalunya? Recordemos que CiU i ERC representan hoy en día alrededor del 45% de los votantes y que l'ANC es una asociación privada nacionalista que cuenta con algo más de 50.000 socios. ¿Ese es el consenso que buscaba CiU? ¿Esa es la unidad a la que se refería CiU? Ni unidad ni tan siquiera mayoría.
Cierto es que los políticos juegan a vender un producto, un producto que debe convencer a millones de personas -y esto va para todos, catalanes o españoles- y utilizan todas las técnicas a su alcance para que compremos su producto, pero no todo es admisible. Noam Chomsky publicó ya hace algún tiempo un documento en el que exponía las diez estrategias de manipulación mediática utilizadas tanto por la publicidad comercial como por la política actual. Algunas de esas técnicas son utilizadas de una manera meridiana en lo que conocemos como "el problema catalán". Veamos algún ejemplo. "Desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones", nos dice Chomsky. En este caso, los datos del CEO, las nulas medidas políticas adoptadas por el actual gobierno sobre lo que realmente preocupa a los catalanes y la inundación informativa por parte de los medios catalanes, lo ponen de manifiesto. Se nos inunda con el problema soberanista, pero no se toman medidas que ayuden a solucionar o al menos aliviar la precaria situación laboral, al tiempo que se esquiva la corrupción política. Otro ejemplo, "crear un problema, una situación prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas que se desea hacer aceptar". Podríamos estar en desacuerdo al discutir si la primacía de la reivindicación soberanista proviene de la ciudadanía o de determinados poderes políticos y civiles, pero en todo caso es más que sospechosa la dinámica que ha seguido todo el denominado "procés" catalán, alimentando la controversia y ofreciéndonos una sola salida posible al problema. O también recordemos que Wert y el PP intentaron convencernos de la existencia de un problema sobre la enseñanza del castellano en Catalunya, cuando en la realidad se ha demostrado del todo inexistente. Otro ejemplo más, "hacer uso del aspecto emocional para causar un cortocircuito en el análisis, y finalmente al sentido crítico de los ciudadanos... la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para manipular o injertar ideas, deseos, miedos y temores...". ¿Cómo debe interpretarse, si no es así, la fuerte carga emocional de las reivindicaciones nacionalistas y las posteriores reacciones del nacionalismo español? ¿Cómo debe interpretarse el odio o el rechazo que los políticos catalanes y españoles han inculcado en todos nosotros? ¿Nos acordamos del "Espanya ens roba" o de cómo se acusaba a los parados andaluces de vivir una vida de borrachos a costa del esfuerzo catalán o de cómo desde España se acusa a los catalanes de egoístas e insolidarios alimentando el odio a lo catalán? Quizás solo sean imaginaciones mías, no lo niego, quizás no exista nada de lo que expongo, es posible, pero no puedo evitar estar convencido de la manipulación que desde el poder político se está haciendo de nuestros deseos y de nuestras emociones para, sencillamente, desviar la atención de lo que verdaderamente nos preocupa a la mayoría de los ciudadanos.
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